miércoles, 22 de mayo de 2013

No me duele nada, ¿eso es bueno?

Siempre he dicho que a todo atleta que se precie de serlo tiene que dolerle algo como mínimo cuando se levanta por la mañana. El súmmum es que cada vez que uno se levanta de la silla note que le duela un músculo, articulación, ¡hueso! Incluso todo a la vez. No hay dolor que más se desee por parte de la población correril.

¡Malo para el atleta! No se está entrenando como a uno le gustaría. ¡No duele nada! Uno se levanta por la mañana y no parece Chiquito de la Calzada e incluso cuando se está tomando café con los compañeros y no se sienta en el taburete del bar hasta nos miran raro. ¿No te sientas?, te preguntan.


Estas perdido. Has dejado de entrenar y tu cuerpo no protesta. Empiezas a parecerte al resto de los mortales, ya no andas buscando un asiento como un poseso, aguantas de pie toda la noche, subes las escaleras en vez de coger el ascensor. Hasta duermes menos y no te pasas el día bostezando.

Pues así es como he estado yo durante algo más de un mes. Dejando de lado los dolores típicos de una lesión articular, estaba como una rosa y no podía evitar pensar en todo lo que os he escrito. Pero por suerte esto está empezando a cambiar y vuelven los síntomas del mundo correril.

Ayer mismo en la sobrecena empecé a dar cabezazos en el sofá. Fue el momento de irme a la cama. Me tumbé, encendí la tele pero cuando llevaba menos de diez minutos me di la vuelta y me dormí como un tronco. Eran poco más de las once de la noche. Lo que hace un entrenamiento.

Esta mañana cuando me he levantado dolían las cosas.

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